Desde que, insignificante casi, se arrancó del
toril, con el espanto pintado en el semblante, y
aceptó la terquedad del picador y
la incitación de las banderillas como
si fuese un juego, ahora su fogosa estampa
se acrece. Mira: en qué tamaña mole
se amontona, desde el antiguo negro odio,
blandiendo su testuz cual puño airado, fiero;
no jugando ya contra uno cualquiera,
no: enarbolando en su cerviz sangrientas
banderillas por detrás de los calados cuernos,
conociendo desde ahora a su enemigo eterno,
aquel que en oro y seda rosa malva
se vuelve de súbito y, como a un enjambre
de abejas que con gesto despectivo sacudiera,
al aturdido por debajo del brazo le deja
libre el paso, mientras sus ardientes miradas
se alzan de nuevo, suavemente conducidas;
y como si aquel círculo, afuera, se remansara
en el destello y oscuridad de sus ojos
y en cada palpitación de sus párpados,
así, imperturbable, sin odio,
reclinado en sí mismo, sereno, sosegado,
hunde su estoque casi dulcemente
en la gran ola que rueda de nuevo
impetuosa a estrellarse en el vacío.
Rainer María Rilke (París, 3 de Agosto de 1907)
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Du musst das Leben nicht verstehen - Rilke
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