Me pido un exilio, si acaso,
en la arista más aguda de tu pensamiento.
O también, por qué no, en la regia marquesina modernista
bajo la que me cobijo, cuando se desploma
la humedad y se eleva la ausencia sobre Barcelona.
Me pido un exilio, si acaso,
a la lumbre de tu casa norteña.
O por qué no, también, en una canción de Labordeta.
Y que en las Islas Fiji, sea verano.
Y que el fin del mundo, se llame Cádiz.
Y todo emocionantemente improvisado.
Y todo, presuponiéndolo todo.
Txema Anguera
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