que escapa de amplias rayas
a través del cielo
se desata en la luz.
Siempre un mismo silencio echado
al fondo de las miradas, una misma oscuridad
atraviesa nuestros rostros.
La vida va y viene, en su cáscara
de cristal y cemento, la vida
se agacha en las horas cerradas
que hemos dejado en las equinas de las calles,
en los bares, en los andenes de las estaciones.
De repente la sombra rota de nuestros cuerpos
vuelve a aparecer ante nosotros.
Hélène Dorion
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios. En breve serán publicados