Pere Gimferrer Torrens (Barcelona, 1945). |
1960
Súbito, en las oscuras balaustradas, un rostro,
una azucena tronchada ante el poniente de cristal,
un martín pescador abatido en el hueco de la escalera,
unas manos que tiemblan como la noche helada.
De puntillas volviendo en la noche, de puntillas, amor de
quince años.
Pasan automóviles negros como un susurro de sedas
en la cálida noche de los mambos, violeta encendida,
sacrificio
a la penumbra azul de las pistas de baile!
Con un punzón en el pecho, con un punzón en los labios,
con una rosa en las manos,
Paul Anka canta como la lluvia en el oscuro setiembre.
La estación de la bruma y las destrucciones
abate galerías de cristal, dones del agua y de la noche, sirenas
como cálices de espuma.
Como un frufrú de faldas, oh mi dulce damita.
Todavía mi abuelo leerá
Rojo y negro al final del pasillo,
viendo gotear el jardín sombrío tras los cristales
empañados.
Esta voz es la suya. Qué humedad, qué silencio.
Alguien me da la mano y es el balcón, el grito de los vencejos,
los tranvías dorados en el denso crepúsculo,
el fantasma de Robert Taylor como la muerte en los cines,
los pómulos de las chicas del Instituto y sus carteras bajo
el brazo y sus sonrisas, diríase que todas tienen
los ojos azules.
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