Alfonso Bayard, Una muerte injusta


Alfonso Bayard era mi hijo. Tenía 47 años; era actor y, sobre todo, una gran persona. No me cansaré de repetir que todo el mundo lo quería. Era generoso, comprensivo, humano e inteligente. Para mí ha sido una pérdida irreparable y necesito justicia.
La mañana del miércoles 2 de abril del 2014 Alfonso fue con su moto a la perrera municipal, donde era colaborador voluntario para pasear perros. Al poco, volvió comentando que temía por su seguridad. Al notar un comportamiento extraño en su manera de ser habitual, se llamó al SEM, que acudió para atenderlo. Sintió entonces miedo y reclamó ayuda de la Guardia Urbana, que se personó al cabo de un rato. La primera intención era llevarlo a un centro sanitario pero Alfonso cambió de opinión y le dejaron cerca de la plaza Molina, barrio donde vivía. Poco después se instaló en la terraza del Bopan de plaza Molina, donde ocurrió todo.
Su comportamiento extraño, pero en ningún momento agresivo o violento, alertó al camarero, que llamó a los Mossos d'Esquadra en lugar de a un médico. Tras acudir dos agentes que le conminaron a calmarse, se presentaron cuatro más que, de forma exageradamente violenta, incumpliendo protocolos previstos en estas situaciones, le redujeron sin percibir que se trataba de una persona con un trastorno psíquico, y en ningún caso de un delincuente. Un ataque de pánico le hizo entrar en estado crítico y, tras esperar más de veinte minutos a la ambulancia, murió antes de poder ser atendido.
Actualmente me encuentro abatida y confusa. Se me plantean un sinfín de preguntas sin responder. Todas se deducen de los hechos mencionados. He estado callada hasta ahora porque me ha sido imposible coger ni tan sólo un bolígrafo. Una vez más los medios de comunicación han desviado la realidad y han publicado mentiras y conclusiones sin fundamento. La imagen que de él se ha proyectado en nada se asemeja a la realidad.
Y estoy profundamente decepcionada y herida. Ni el cuerpo de Mossos d'Esquadra ni la Conselleria d'Interior han sido capaces de manifestar su duelo o disculpa, cuando la evidencia es que Alfonso murió bajo su dura actuación.
Alfonso era una persona normal, feliz, con un trabajo que adoraba, lleno de proyectos y con innumerables amigos. Y me siento sola, terriblemente triste y confusa. Lo que a mí me ha ocurrido no se lo deseo a nadie. Y tengo dudas de que mañana no ocurra de nuevo...
MERCEDES FERRER-VIDAL TURULL
 Cartas | 13/05/2014 - 04:03h | Última actualización: 14/05/2014 - 17:23h
LA VANGUARDIA



Ya es doloroso perder a un gran amigo como Alfonso Bayard, uno de los pocos que cuento con los dedos de la mano. Pero más lo es oír y leer en los sucesos y en esas innumerables tertulias, tamañas salvajadas sobre las circunstancias que rodean al hecho de su triste desaparición. Y que se convierta en un individuo que fallece, porque en vez de ser escuchado en su llamada de atención desesperada, incomodó a unos buenos ciudadanos con su actitud indecorosa, molesta y un discurso apocalíptico. ¿Es este un comportamiento delictivo?
[El actor Alfons Bayard murió el pasado 2 de abril en la plaza Molina de Barcelona tras ser detenido por los Mossos d’Esquadra, que fueron alertados porque estaba molestando, presuntamente, a los clientes de una cafetería].
Yo no estuve allí, no puedo juzgarlo. Solo puedo decir que nunca antes le oí alzar la voz ni le vi increpar a nadie. En todo caso, y aunque ya sea tarde, lo valorarán quienes estén certificados para ello y no una sociedad exaltada e insolidaria que juzga y se llena la boca con grandes palabras, careciendo de la información y el rigor necesarios para poder opinar.
Es triste ver cómo ese amigo de repente es “el actor de larga trayectoria”, cuando en vida no creo que le dieran las oportunidades que sin duda merecía su enorme talento. Luchó por hacerse un nombre digno en su profesión y llevar una vida tranquila. Ahora las redes y los medios utilizan la información para darle una triste popularidad póstuma.
Siento una inmensa rabia al ver cómo nuestra sociedad se ha volcado en la caza descarnada de la noticia, en la instrumentalización de tristes sucesos como éste para fines sociopolíticos. Se ha faltado al debido respeto al silencio que merecen familiares y amigos en estos momentos para sobrellevar esta enorme pérdida. Y a la dignidad de una persona, un gentleman; un tipo elocuente, divertido y sensible al que no quisieron escuchar. Y no supieron acallar su bonita voz de otra manera que no fuera con violencia. Seguramente lo que hubiera necesitado era asistencia médica, en vez de tres patrullas de policía.
Sin duda, uniformes y esposas no son la mejor manera de hacer entrar a alguien en razón cuando está en un momento delicado, tiene miedo y sufre. En los últimos tiempos, Alfonso paseaba canes de la perrera abandonados al azar por esos mismos “buenos” ciudadanos, que no le quisieron escuchar. Como tantos animales, “falleció en la vía pública” según nos comunicaron escuetamente en el hospital. Sin más explicación.
Alfonso se formó como actor en el Institut de Teatre y en el Col·legi de Teatre de Barcelona. También era licenciado en Ciencias empresariales por la Universidad de Barcelona, con máster AEDEMO en mercados de opinión. En su carrera como actor, trabajó en numerosas series como Hospital Central, Aida, Pelotas o El cor de la ciutat y en tv-movies como La dona de gel o Clara Campoamor. También en películas como Todos queremos lo mejor para ella y en diversos montajes de teatro; el último, en las naves del español Macbeth, Lady Macbeth dirigida por Carlos Alfaro. Asimismo, hacía locuciones para publicidad en televisión y radio.
Pero Alfonso era, sobre todo, un comunicador nato. Era un hombre cultivado e inquieto: después de haber trabajado como ejecutivo publicitario, se hizo actor. Estudió antropología porque sentía una curiosidad infinita por las personas. Le encantaba recorrer la ciudad subido a la Vespa y sentarse en una plaza a observar y charlar un rato con alguien: niños, ancianos, desconocidos o amigos. Era su gran pasión, escuchar y entretener. Nos deleitaba con anécdotas a cuantos le queríamos. Y no podía evitar hacernos reír, con ese verbo tan suyo. Historias familiares, que nos remitían a tiempos de esplendor lejano. Relatos entrañables durante su periplo en unos grandes almacenes (sección deportes), los curas de la escuela o algún viaje a África o a cualquier otro continente. Cualquier cosa daba juego. Y acababa acaparando la atención de la fiesta, porque te hacía sentir cómplice. Y tal vez bailara un rato con ese estilo tan funky, de hombro subido y sonrisa pícara, y desarmara a alguna joven con algún piropo suyo, siempre de corte clásico. Era “romántico, casero y soñador” como solía bromear. Un alma noble.
La noche que Alfonso se fue, llovió arena del Sáhara. Empezó a caer cuando supimos la noticia; sucia, implacable, violenta, espesa y muy injusta. Buen viaje, Alfonso. Ya ha salido el sol, el cielo está despejado.
Àlex brendemühl 
23 ABR 2014
El PAÍS


Fuentes:

Alfonso Bayard 


http://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_Bayard

Gracias a Mª Trinidad Vilchez, por dar difusión a la noticia: 
http://mtvo-lasmentiras.blogspot.com.es/2014/05/barcelona-carta-de-una-madreuna-muerte.html

Comentarios

  1. Muchas injusticias se cometen últimamente .dejando cadáveres vivientes que son sus herederos y amigos ,algo va muy mal en esta Sociedad cuando los poderosos se largan de rositas por su atropellos D:E:P

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    1. Algo va muy mal en esta sociedad cuando la actuación de las personas que que tienen la obligación de defendernos (incluso de nosotros mismos) termina con resultados tan dramáticos.
      Estoy convencido que ni en esta actuación, ni en ninguna, ha existido animo de producir daño por parte de la policía, pero el resultado ha sido este. Deben revisarse los protocolos de actuación, buscar otras soluciones menos agresivas en estas intervenciones. Tener siempre presente que el mayor bien a proteger es el de la vida humana, tanto la de los policías, como la vida de los detenidos.

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