*Por prudència, doctora*

Por prudència, doctora
Shirley se había sacado el MIR con una mano en la mejilla y se estrenaba en la sanidad pública. Podía haber elegido la especialidad quirúrgica que hubiera querido, pero no, optó por la de médico de familia. Una inteligencia excelsa con vocación de servicio como los padres, ambos facultativos en Cuba, ahora jubilados en Catalunya. Mestiza morena clara de piel como la que imaginaríamos a los hijos de Dídac y Alba del Mecanoscrito de Pedrolo, se crió en Barcelona con un catalán impecable, normativo de dulce cantinela caribeña, como su cuerpo curvilíneo. De sonrisa ancha, pelo alisado y corto, como el de Maclaine, Shirley que había inspirado su bautizo desde que los padres habían visto “El Apartamento”.
Maria y Joan eran de cine semanal desde que se cogieron de las manos con diecisiete años. De cine, y de largos paseos urbanos. En el cine, lo que sí estiraban duración eran sus besos. Ahora, las caminatas las realizaban por prescripción facultativa. Los besos seguían siendo naturales siempre. Desde hace mucho tiempo, poco castos.
Buenas tardes, señor y señora, ¿cómo están? Bien doctora, encantados de conocerla tan joven y airosa. Hemos estado muchos años con la doctora Serramolera, y ahora nos proponemos jubilarla a usted, a ver si lo logramos. Todo es ponerse a ver qué me dicen los análisis que les hemos hecho. Empecemos por usted, señora María.
Bueno, un punto de diabetes, pero controlada con Metformina, algo de colesterol, con Atorvastatina, también en buenos niveles, bueno. Y el paracetamol que tiene recetado ¿por qué lo toma? “Sólo cuando le hacen un poco de daño los huesos, igual que la pastilla esta para acostarse, que no la quita cada noche, pero que le doy si veo que no concilia el sueño” —respondió Juan antes de que María pudiera abrir boca.
Muy bien, respondió la doctora cambiante de expediente en la pantalla del ordenador. Vamos a ver su análisis, señor Juan. Bien, también un poco de diabetes, también controlada con Metformina, algo de colesterol, vamos, también toma Atorvastatina, y también en buenos niveles, bueno. Y también toma paracetamol usted y Orfidal… “Sí —interrumpió, Maria—, pero sólo cuando le duelen un poco los huesos, igual que la pastilla esta para acostarse, que no la quita cada noche, pero que le doy si veo que no concilia el sueño”. ? director de orquesta les hubiera dado la entrada.
A Shirley se le escapó un poco la risa. Tuvo que hacer un esfuerzo de control porque era cómica y entrañable la relación de aquella pareja que, con setenta y cinco años cada uno, aún no le queda cómo se conservaban. Incluso la presión arterial la clavaban a 12 y 8 ambos. En fin, si les parece bien les cito para un nuevo análisis en nueve meses. Vale, doctora, pero quisiéramos pedirle un favor, ¿le sabría mal ponernos que nos miren las ETS? ¿No está claro, por alguna razón? "Por prudencia, doctora, por prudencia", dijeron los dos, al unísono, como si un director de orquesta les hubiera dado la entrada. La doctora ya no sabía hacia dónde dirigir la mirada. Lo que le estaba ocurriendo le alegraba el día. ¿Quién lo dice que la medicina familiar son dramas aburridos constantes? Primero salió Joan y después Maria que, antes de cerrar la puerta, dio un guiño a la doctora y le dijo “Hasta pronto, sea aquí, o en cualquier otro lugar, siempre es y será un placer”.
La doctora correspondió el saludo, por supuesto, y al mismo tiempo notó cómo, de repente, el corazón le empezó a latir más fuerte. Y la sonrisa se fue haciendo más grande, y se transformó en risa, en risa. Marcó el 69 de la línea interna del Centro de Atención Primaria. Doctor Garcia, ¿tiene alguien en la consulta? No, Shirley, estoy solo. ¿De qué ríes tanto? ¿Recuerdas aquella pareja de abuelos amorosos que no paraban de besarse en el jacuzzi del local de intercambio este sábado mientras follábamos con Mar y Jordi
Felip G.
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