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| imanol sanchez, torero |
Cuando por el 1700
las Juntas de Hospitales y las Maestranzas de Caballería eran las
encargadas de organizar las corridas de toros y los toreros realizaban faenas
soberbias, estas otorgaban al matador las carnes del animal que acababa de
estoquear. Con el apéndice del animal en la mano enseñándola al público el
matador mostraba su propiedad, por lo qué al finalizar la corrida, éste se
dirigía al desolladero y reclamaba su premio entregando la propia oreja para
ser remunerado con las carnes del burel.
Años más tarde, cuando la fiesta se hizo del pueblo y
comenzaron a salir negociantes que organizaban independientemente las corridas,
la práctica de regalar los despojos del toro fue en contra de los intereses del
empresario, de manera que, a cambio de la oreja, el matador recibía una onza de
oro. Este premio era visto por los toreros de la época como una limosna, no
como un homenaje a su valentía, así que la práctica de cortar orejas cayó en
desuso hasta el 29 de octubre de 1876, día en la plaza de toros de Madrid, se
volvieron a conceder premios.
Fue en el tercero de la tarde, llamado “Medias Negras” de la
ganadería de Benjumea, cuando Chicorro puso de cabeza a los tendidos ejecutando
a la perfección las suertes de entonces. Realizó con gracia el salto de la garrocha
y en un ceñido regate a cuerpo limpio arrancó la divisa para ofrecérsela a los
príncipes de Baviera que se encontraban en el palco real junto a Alfonso XII.
Dejó un volapié que hizo rodar sin puntilla al burel entre el desbordado
entusiasmo del público, que pedía le fuera concedido el toro, a lo que el
presidente accedió y Chicorro cortó la oreja a la res.
El establecimiento de la oreja como trofeo serio y
cuantificador de éxitos, nos lleva hasta el 2 de octubre de 1910 a la Plaza de
Toros de Madrid de la carretera de Aragón. Aquél día, Vicente Pastor realizó
una valentísima faena ante el toro “Carbonero” de Concha y Sierra, que salió en
cuarto lugar y que fue condenado a banderillas de fuego. Ante el alboroto de la
gente le fue concedida la oreja, no sin la respectiva polémica por la vecindad
del Teniente Alcalde, que presidía la corrida, con el torero madrileño. Esta, a
la postre, es considerada oficialmente la primera oreja de la historia. Siete
meses más tarde se repitió el trofeo, esta vez para una labor de Machaquito
ante el toro “Zapatero” de Miura y, otro año después, se premió de igual manera
una faena de Ricardo Torres “Bombita” al toro “Judío” de Santa Coloma. Ambas en
la misma plaza de Madrid.
La costumbre de otorgar orejas como trofeos se fue
esparciendo poco a poco por el territorio español, hasta convertirse en algo
normativo dentro de los reglamentos taurinos, en los que habitualmente se
incide qué la primera oreja es a criterio del respetable y la segunda del
presidente. También sirven para medir qué torero debe salir por la puerta
grande. En la mayoría del territorio mundial se sale a hombros con dos orejas
cortadas en la tarde, a excepción de la Maestranza de Sevilla, en la cual hay
que cortar tres, el País Vasco donde hay que cosechar un triunfo de dos orejas
al mismo toro o la propia plaza de toros de Zaragoza donde para atravesar a
hombros la puerta de Goya, hay que cortar dos apéndices al mismo toro.
Fuentes:
https://imanolsanchez.com/se-empezaron-conceder-orejas-trofeos-los-toreros/



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