Placer licuante. - Luis Goytisolo

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G. H., mi máximo todo. Te escribo este fax sentada en el futón donde lo hicimos el sábado. Te lo mandaré enseguida y así te lo encontrarás esperándote. Tú tardas más en llegar a tu estudio que yo al mío, y si mal no recuerdo, tenías algo que hacer de camino. Se me ha ocurrido mandártelo mientras, tendida boca arriba, miraba al techo, la masa de sombras verdes y movedizas que proyectan las hojas, pensando en ti. No me he lavado. Quiero llevar conmigo tu preciosa información todo el tiempo que pueda. Y, con ella, tu olor. Será que junio me pone especialmente receptiva. O sensible. Pero quiero que volvamos a hacerlo aquí el próximo sábado. Y manchar el futón, para que así, después, pueda contemplar la mancha. Hago y digo cosas que no hice ni dije nunca. Pero también trabajo con más rapidez y eficacia que nunca. Es como si el tiempo me cundiera diez veces más. Y todo el mundo me dice que tengo un aspecto magnífico, que estoy guapísima. No saben que la información que intercambiamos produce ese efecto. No sé si te deseo porque te amo o te amo porque te deseo. Si es que te amo. Porque el que te lo diga no quiere decir que esté enamorada. Es sólo que lo pienso cuando te deseo. Y de que te deseo, sí estoy segura. Tanto que casi ni me importa tener que vivir con Paul. A veces ni siquiera me acuerdo de que vivimos juntos. Y eso es un verdadero despropósito, pues lo normal sería que se me hiciera más difícil que nunca. Además es un riesgo. Como también lo es que te mande este fax, que puede ser leído por cualquiera. Por más que sea tu número y esté en tu despacho: puede entrar alguien y leerlo. Sobre todo si tú aún no has llegado. Me despediría con una retahíla de procacidades, pero no me atrevo. H.


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 H. amada. Te contesto a vuelta de fax, recién llegado de la calle. Y es que quiero decirte enseguida que no hay que tener miedo a las palabras, cuando lo que se quiere expresar corresponde exactamente al significado de esas palabras. Lo que pasa es que el español es un idioma que se ha vuelto vergonzoso y cohibido, y tememos que la palabra amor resulte cursi. Por eso doy un rodeo y te hablo de intercambio de información. Y el caso es que, cuanta más información intercambiamos, más intenso es ese sentimiento. Una información que deseo intercambiar contigo, que no me vale intercambiar con otra, que no es, en una palabra, intercambiable. El sábado lo haremos en el hitón, lo prometo. Y tus recuerdos serán cada vez nuevos, también lo prometo. Tu cuerpo me inspira enormemente, y basta que me sienta inspirado para que tu amiga empiece a crecer, como si quisiera asomar la cabeza para saludarte, humedeciendo el camino con su información. Yo también trabajo como nunca, tanto en la preparación del libro como en el proyecto de Sevilla. Lo único malo del trabajo es que a veces nos aleja, como ahora, aunque sólo sea por un par de días. El sábado tendré que compensarte por esa separación. A mí me dicen lo mismo, que se me ve muy bien. Supongo que lo hacen estableciendo una comparación implícita respecto a cuando estaba con Concha. Sin saber que eso es ya la prehistoria, el punto de partida; que el secreto, la verdadera clave eres tú. Aunque me he visto en una foto de hace pocos meses, y la verdad es que tenía un aspecto bastante desmejorado. Sólo ahora me doy cuenta de hasta qué punto mi relación con Concha no tenía otra base, en los últimos tiempos, que mi empeño personal. Me parece que Paul me preocupa más a mí que a ti. Por lo que me ha contado gente que le conoce, es un tipo muy esquinado, que engorda y adelgaza constantemente. Hay que desconfiar de los gorditos. Se me ocurre un código que te permitirá decirme todas las procacidades que desees. En ti, 1 es tu boca, 2, las tetas, 3, el clítoris, 4, la vagina y 5, el culo; el 6 eres tú en conjunto. Yo tengo menos números: 1, la boca, 2, la polla, 3, el culo; y 4 es mi número de conjunto. La suma de 6 y 4 es 10, que para los kabalistas es el número del todo, la fusión harmónica. Llámame al hotel de Sevilla. Paseo mi 1 por tus cinco números. G. H. P. S. Destruye el código de inmediato. Paseo el 1 en orden inverso. 4. 


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 Señor de los Números. No he destruido tu código: es demasiado valioso. Lo guardo en un lugar que no escribo, pero que te diré al oído muy de cerca. Mientras hacemos cosas terribles: tu 2 en mi 1 y luego en mi 5. Realmente hago cosas que nunca había hecho. Como lo de tragarme la información. O lo del 25. Cosas que, o me daban un poco de asco, o pensaba que tenían que hacer daño. Me alegra haber descubierto lo que realmente son gracias a ti. Sabores que quisiera no perder, sensaciones que desearía que durasen indefinidamente. Hacia el 21 —es una fecha, no números de los nuestros— tengo que ir a Barcelona. ¿No podrías tú encontrar un pretexto para venir conmigo? Me encanta la idea de llegar a un hotel como pareja. Daría cualquier cosa por estar ahora contigo en Sevilla. Soy consciente de que pongo a prueba el código. Pero me excita forzar las cosas. Y cuando se trata de números, más. Máximo amor. H. 


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 Amado 6. Me hace feliz que te haga feliz saber, ¿Te das cuenta de que ahora sabes? Supongo que todo eso estaba contenido en la información que nos pasamos al besarnos en el avión: mujer inexperta, dotada de todos los atributos naturales que se precisan para saber y deseosa de ponerlos en juego. Pero, si me dejas, me propongo hacerte feliz no sólo en la cama sino también en la vida. Anoche tuve un sueño curioso. Caminaba yo por la acera de la calle donde nací, y en la esquina me topaba con tu madre. Yo sabía que era ella, aunque la verdad es que ni siquiera sé cómo es. Desde esa esquina se ve la casa en la que vivía Concha cuando nos conocimos. Por lo que sé, mi madre tenía que pasar indefectiblemente ante esa casa para ir a la compra. Como sabes, ni la recuerdo. El sueño se refiere a nosotros y, si lo interpreto bien, no es un mal sueño. Me parece un verdadero hallazgo —del que no puedo gloriarme, ya que fue casi un azar— haberte atribuido el número 6. Sobre todo ahora que ya sabes cuál es el 6° sentido, que incluye a los que le preceden igual que tú incluyes a los cinco que te son propios. Poniendo los míos a tu entera disposición. G. H. 


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 4, amor mío. Si el sexto sentido es el sexo, mi séptimo sentido me pone sobre aviso. ¿De qué? Eso es lo que no sé. ¿El temor a que tanta felicidad se disipe como si fuera un sueño? Tal vez. A lo mejor no es normal que la felicidad dure. O a lo mejor alguna amenaza se cierne sobre nosotros sin que todavía lo sepamos. O a lo mejor no me parece normal estar aquí, en el fután, pensando en ti, y que esta noche tú duermas en tu cama —que ya es nuestra— y yo en la mía, que ya no es mía. Hoy Paul te ha mencionado. Dice que eres un engreído. ¿Qué mosca le habrá picado? También me ha preguntado por mis proyectos para este agosto. No sé si habré sabido disimular mi estupor. O mi fastidio, al hacerme ver que tiene sus planes para el futuro y que en ese futuro me incluye también a mí. ¡Como si tú no existieras! Hoy me convendría 13, no me importa de quién a quién. T. Q. H. P. D. Ahora que ya te he dicho que T. Q. y que sabes que el sexto sentido no era para mí más que un pasatiempo hasta que te conocí, igual dejas de quererme. A ésta la tengo ya en el bote, podrías pensar; ahora, a otra cosa. Pero yo ni quiero ni puedo disimular. ¿Qué quieres que haga?


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Esquivo 6. Te recuerdo que el primero en escribir la palabra amor fui yo. Y el primero en decirte que ni podría pensar en otra mujer, creo que también. De modo que de ser válida tu filosofía de ranchera mexicana, yo sería como mínimo tan tonto como tú, y tú no estarías más que esperando la ocasión de poder ensayar con otro todo lo que has aprendido conmigo. ¿De dónde te ha surgido ese desdichado impulso de hablar como si fuera un ligue de lo que no es un ligue, y de aplicar tácticas de aventura a lo que no es una aventura? Tendré que hacerte cosas verdaderamente terribles. Necesito tu boca y tu culo y tu vagina y tu clítoris y tus tetas, y que ellas me necesiten y se pongan tiesas, y el clítoris se endurezca y la vagina se licue y tus labios se dilaten y el culo te palpite. G. H. 


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 Máximo amor. Dentro de unas semanas tendré que volver a Barcelona. Si tú pudieras acompañarme, me las arreglaría para medio pillar un fin de semana. ¿Te das cuenta de que aún no hemos pasado juntos ni una sola noche entera? Desde Buenos Aires que deseo hacerlo. Estar aquí, en esta habitación tan tranquila, con tres metros de cama a mi disposición y espejos orientables, me parece un despropósito. ¿Qué hago yo aquí mientras tú estás en Madrid? Tú eres lo único que me importa, sea o no un error decirlo. La actitud recelosa y hostil de Paul, vamos, la actitud que le es habitual, ya ni me afecta. Eso sí: estaba muy raro cuando me he ido. Y a veces tengo la sensación de estar siendo vigilada. Aparte de que yo diría que mis papeles han sido revueltos. Bueno, tengo que salir. 1 en 1, 2 y 3. H. 5. 

Luis Goytisolo
(Alfaguara 1997) 

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