¡Dame tus dedos, acres
de olor a gasolina.
Esos dedos cerrados
que precintan la oscura
mercancía del vértigo!
Ernestina de Champourcín
Cabalgamos libertad
tras las dunas,
con las plantas de mis manos
buscando tu agua.
Cabalgamos libertad
sobre líneas imaginarias,
con los océanos de tu boca
empapando mi tierra.
Mi amazona vence a tu héroe.
Atroces caníbales los labios.
Y ladran los perros,
y bésame los arrecifes.
No me imagines mujer terrestre,
sirena varada
orillada en tu vientre.
Escríbeme secretos en la nuca,
siendo yo refugio,
siendo tú cénit.
Teresa Mateo
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