“La noche de todos” - Juncal Baeza Monedero



LUCES.

Plano corto

El bebé berrea, arruga la boca y aprieta los ojos.

Plano general corto

Lejos, un muchacho se ajusta el cinturón por encima del chaleco de piel de borrego y se cala el gorro para protegerse las orejas. Lleva un bolso cruzado, con un pedazo de queso que su madre acaba de envolver en un paño. Se frota las manos. Tiene los nudillos rojos y los dedos entumecidos.

Plano  cenital

Cuando el chico del chaleco avanza, se le reconoce por la parte superior del gorro, sobre el que empiezan a posarse minúsculos copos de agua nieve. Su figura, vista desde arriba, es un puntito del que sobresalen piernas y brazos al caminar, dirigiéndose al otro lado de la calle. La nieve de ayer se amontona escuetamente en los bordillos y entre los adoquines.

Hacia el cielo se eleva una delgada humareda blanca. Sale de un pequeño horno, y parece que se escapa por las ranuras como si alguien soplase desde dentro. Huele a pan a medio cocer. A masa madre blanda, porosa y salpicada de grumos. Un poco más allá se levanta al aire un sonido cristalino de agua moviéndose. Ahí, justo en la otra acera, unas manos veloces cogen de un cesto unos pantalones de tela gruesa seguramente, por la forma que se les adivina, y lo hunden con fuerza en el cubo, salpicando agua por todas partes.  La superficie está cubierta de blanco y burbujas por el jabón. La tela sobresale y se hunde varias veces mientras esas manos la frotan ateridas de frío y violáceas.

Plano detalle

Un pie minúsculo y suave se eleva al aire y roza su piel la sombra anaranjada de una hoguera rodeada de piedrecitas. Lo acaricia el calor del fuego y ese pie se estremece. No ha caminado aún, no conoce nada todavía, pero lo cierto es que tiene la forma perfecta. La verdad es que es un pie que en realidad es un futuro.

Primer plano

Una mujer sonríe, incorporándose despacio, y en sus ojos se enciende una luz que acaba de nacer, que muere de cansancio y que se revuelve al menor ruido. En su rostro suave se respira una alegría a la que todavía no le sabe poner nombre. Jesús, murmura. Y el bebé que está en sus brazos abre un momento los ojos, que todavía son grises.

Plano en profundidad

Detrás de esa mujer, al fondo del pequeño refugio, un hombre dobla cuidadosamente una manta, la reduce a la mitad y después,  a la mitad de nuevo, para que pueda ajustarse a un cuerpo de niño que aún necesita estar envuelto y apretado. Se la acerca y ella la coloca sobre el bebé, la añade a la que ya tenía, teniendo mucho cuidado con el fuego y con el frío más allá de la madera. Los dos miran al crío y sonríen al mismo tiempo, y entrecierran un poco los ojos porque a partir de ahora es así como lo mirarán cuando lo tengan en brazos o esté acostado en la cuna cubierta de pajas.

Plano general

Casi tocando la carretera asfaltada, hay tres animales quietos. Tienen una piel extraña. Los recorren grietas y sequedad en algunas partes. Son animales color caramelo, fingidamente suaves, de patas nudosas y pezuñas apretadas. Llevan unas correas de cuero oscuro enganchadas en las mandíbulas, para que puedan dirigirlos los tres hombres que ahora están quietos a su lado. Parecen cansados. Han llegado aquí después de un largo viaje guiando a los animales y a sus tres jinetes. La gente que se arremolina en la plaza no los mira, aunque tienen que haberlos visto, son animales enormes, de ojos opacos y una silueta ondulada que parece de cuento. Esas personas caminan, charlan, se dan palmadas en la espalda cuando se saludan. Casi todas llevan algo y se resguardan del frío bajo los toldos. Sonríen cuando miran la estructura de madera construida en un extremo de la plaza, formando una especie de refugio de donde se escapan algunos sonidos.  Brilla una luz tenue en su interior. Tres figuras coronadas se están acercando a esa abertura luminosa, solemnes, calladas, combatiendo el frío con unas enormes túnicas de terciopelo. Cuando llegan hasta el refugio de madera se detienen y se arrodillan casi al mismo tiempo y aunque estén de espaldas a la plaza y la gente no pueda ver lo que están haciendo, todos saben que están apoyando en el suelo tres cajitas, tres ofrendas que acuestan a los pies de ese niño que todavía no ha caminado un solo paso y que no conoce nada aún, y cuya piel acaricia suavemente el calor de la hoguera.

Plano aéreo

En lo alto del Ayuntamiento, donde está el reloj, sobresale un cable que cruza el cielo de la plaza y termina sobre una farola, al otro lado. Justo a la altura del refugio de madera, deja caer un conjunto apretado de bombillas blancas que, miradas de frente, y a lo lejos, conforman una estrella perfecta. Hay perros acostados en los rincones y alguien ha cubierto sus cuerpos con mantas de algodón blanco nudoso, para que parezcan corderos. Los tres pajes que esperaban junto a la carretera se apoyan un momento en los costados de sus camellos de cartón.

Antonio, el del kiosko, enciende el foco que han traído del teatro para iluminar la salida de los Reyes del Portal. Sus coronas resplandecen. ¡Aleluya! Gritan las vecinas que han hecho cola durante horas para poder ver el espectáculo en primera fila, detrás de las vallas. Elena y Alfonso les sonríen desde dentro del portal, felices de haber sido escogidos como protagonistas porque hace solamente un mes que nació su hijo.

Ricardo, el concejal de cultura, hace una pasada más de la cámara sobre la plaza, asegurándose de recoger las personas, los animalillos, los restos de nieve. Por último, enfoca a la estrella de Belén y cuando suena la última nota del villancico, todos aplauden.

CORTEN.

Juncal Baeza Monedero (Madrid, 1982),

Licenciada en Ciencias Ambientales por la UAM.

Fuentes:

https://www.deconcursos.com/fallo-del-xviii-certamen-de-relato-donde-esta-la-navidad-el-jurado-concede-el-primer-premio-al-relato-cuentecitos-para-una-navidad-a-contraluz-de-quintin-garcia/

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