Me quedaré totalmente inmóvil
entre mis dos hombros.
Nadie me saludará.
No saludaré a nadie.
A los muertos podría hacerles señas
o enviarles una carta
firmada: “Su admirador”.
¿Cuál es el importe para la eternidad?
En todas partes acechan teléfonos,
listos a morder como escorpiones.
Cada puerta que se abre
es falaz, carnívora.
A veces quiero vivir olvidado
hasta por mí mismo.
Ni siquiera las moscas me visitarían.
¿Por qué entonces me palpita este maldito corazón?
LASSE SÖDERBERG
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