Si hay un elemento que adquirió protagonismo en las pasadas elecciones autonómicas fue la presencia de banderas independentistas. Las maniobras del gobierno de derechas de Artur Mas han logrado restar atención a los recortes y a los problemas sociales, explotando legítimos sentimientos identitarios y el descontento de las masas. Por parte de los electores, éstos respondieron críticamente a la llamada rupturista restando legitimidad a CiU y escorando el voto independentista hacia la izquierda, sin que esto sirva de impedimento para que ERC acepte recortes de 3.000 millones de euros en prestaciones sociales. Todo sea por que no se les descuelgue la estrella de la bandera. No obstante, Artur Mas ha conseguido lo contrario de lo que pretendía, y sin la tan cacareada amplia mayoría de CiU, aún tiene pendiente responder ante la ciudadanía por su fracaso.
La habilidad
propagandística de CiU estriba en el hábil manejo de símbolos y sentimientos.
CiU se muestra ambigua al definir su soberanismo, ni siquiera menciona
abiertamente el independentismo, sin embargo ha sido audaz al situar en la
calle palabras y distintivos rupturistas que satisfacen las demandas sociales
de cambio y novedad contra el hastío y la indignación imperantes. La alternativa al nacionalismo catalán o
español y contraria al centralismo político y económico, es el federalismo, el
cual necesita ser explicado ante la ciudadanía. He aquí el problema. No es que
se haya explicado incorrectamente, es que mientras el federalismo, un modelo
diferente de construcción de estado, se nos muestra como una palabra de difícil
comprensión, el nacionalismo independentista parece ser que no requiere de más
explicaciones al hacer uso de su propia simbología. A la hora de presentar una
idea, hay que tener presente el hecho de que el ser humano, más que racional,
es esencialmente emocional. Si las definiciones corresponden al intelecto, los
símbolos apelan a las emociones. Así pues, resulta difícil explicar conceptos
alternativos bajo los mismos símbolos de siempre, como la vieja bandera
“rojigualda” originaria de la armada española y que, por razones históricas,
representa en el inconsciente colectivo al despotismo, el centralismo, la
monarquía y el nacionalismo imperialista, especialmente tras la imposición de
dicha bandera a sangre y fuego por el franquismo, y más concretamente en las
nacionalidades en las que históricamente han visto reprimir sus rasgos
identitarios.
En cambio, no ha
de resultar complicado explicar otro modelo de estado plurinacional,
descentralizado, laico, democrático, progresista, solidario y compatible con el
federalismo utilizando otros símbolos que nuestro imaginario colectivo
rápidamente identificaría con dichos valores. Ahí están la República y la
bandera tricolor, sin más explicaciones.
La República
encarna el retorno a una legitimidad conquistada por el pueblo en los años 30 y
arrebatada por la fuerza de las armas, la traición y la ignominia. Durante la
Transición, al aceptarse la línea sucesoria que el dictador trazó para sí
mismo, ésta no fue del todo recuperada. Representa, entre otras cuestiones, apartar
un modelo de estado incompatible con el principio de igualdad de oportunidades
sin discriminación por razón de nacimiento, y reaviva en nuestra memoria
histórica la unidad de las fuerzas progresistas de todas las naciones contra
los fascismos, los autoritarismos y la barbarie que asoló al mundo en el siglo
XX. Es además un asunto que tarde o temprano nos veremos obligados a tratar. No
en vano, al próximo sucesor no habrá (esperemos) ni golpe de estado, ni
campechanía, ni generación que votó la constitución que lo ampare.
La Tercera
República, más que a imagen y semejanza de la anterior, puede y debe ser
cualitativamente superior, adoptando la forma de una REPÚBLICA FEDERAL y
retomando todas las medidas progresistas que no pudo o no supo llevar a cabo la
II República en los años 30.
Sin embargo es necesario advertir, al contrario de lo que propugnan algunos defensores del independentismo, que una República Federal, a pesar de todas las mejoras sociales y económicas que nos pueda aportar, no será por sí misma la panacea que resuelva todos los males provocados por la actual crisis del capitalismo, como no lo es ningún modelo de estado o de nación bajo el actual sistema económico y social, pero será un paso más que demostrará que las cosas pueden y deben cambiar ajustándose a la voluntad y a los intereses del pueblo.
Sin embargo es necesario advertir, al contrario de lo que propugnan algunos defensores del independentismo, que una República Federal, a pesar de todas las mejoras sociales y económicas que nos pueda aportar, no será por sí misma la panacea que resuelva todos los males provocados por la actual crisis del capitalismo, como no lo es ningún modelo de estado o de nación bajo el actual sistema económico y social, pero será un paso más que demostrará que las cosas pueden y deben cambiar ajustándose a la voluntad y a los intereses del pueblo.
Joan Lopez
Artículo original
publicado en PSC - Sant Cugat del Vallès el 23 de enero de 2013.
Interesante entrada, me ha parecido muy buen blog , volveré después con mas calma. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por el comentario, aquí estamos para debatir.
EliminarUn saludo