Juan Carlos Illera, veterinario y catedrático de fisiología animal, lleva 19 años estudiando los procesos fisiológicos que se desencadenan en las reses bravas. El toro de lidia presenta una glándula adrenal, un sistema endocrino, podríamos decir, diferente a otras especies animales, y que, por tanto, su respuesta es diferente a la de otras especies de ganado vacuno. Un animal frente al estrés libera una cantidad muy grande de hormonas, como puede ser cortisol, para combatirlo. Sin embargo, en el toro de lidia, durante la corrida, por un mecanismo especial, libera hormonas pero no en cantidades como para decir que es una acción antiestrés. Libera menos hormonas durante la lidia que durante el transporte, con lo cual podemos decir que el animal presenta un mecanismo especial de respuesta frente a otras especies, y que el estrés lo sufre más en el traslado en el camión que en el ruedo.
Durante la lidia el
toro, ante el dolor, libera unas hormonas, las betaendorfinas, que
contrarrestan la sensación de dolor.
Cuantas más betaendorfinas haya, aumentamos o disminuimos el umbral de dolor.
No quiere decir que el animal no tenga dolor, pero sí que así disminuye
notablemente la percepción de dolor.
http://objetivoeltoro.blogspot.com.es/2012_03_23_archive.html |
Los estudios se realizan midiendo el
nivel de estas hormonas en periodos de reposo y durante los momentos de máxima
tensión, el transporte, la salida a la plaza, la lucha en el caballo, el
momento en que se le clavan los arpones de las banderillas y la faena de muleta
para finalizar con el momento de la estocada.
El sorprendente resultado de este
estudio da datos de carácter científico y objetivo que corroboran que el animal
sufre menos estrés y dolor en una tradicional corrida de toros que en una de
rejones, y en ambas modalidades menos incluso que en un espectáculo de
recortes, siendo objetivable que el mayor dolor lo padece el toro lidiado a la
portuguesa, sin muerte en la plaza, en estos festejos el sacrificio del animal
se produce hasta 72 horas después añadiendo el estrés producido por más de diez
horas de transporte. Este efecto se produce por la especial idiosincrasia de
esta raza única que es el toro de lidia y la liberación de las
betaendrofinas.
A esta hormona, llamada de la
felicidad, se debe que el umbral del dolor del toro sea tan elevado pues el
toro de lidias llega a segregar diez veces más endorfinas que un ser humano en
máxima tensión, produciéndose una total ausencia de dolor en la zona afectada
“No hay ningún animal que cuando le hagas daño no huya”,
dice Juan Carlos Illera. “Y yo mismo he visto a un toro de lidia en un
tentadero en campo abierto volver hacia el caballo hasta 10 veces tras ser
picado cuando podía haber huido si lo hubiera querido”, asegura este profesor
titular de la Facultad
de Veterinaria de la
Universidad Complutense de Madrid.:”tienen especialmente
desarrollado un sistema hormonal que les permite eliminar casi por completo el
dolor.”
El equipo que dirige Juan Carlos Illera del Portal también ha medido
la velocidad de respuesta cerebral ante el estímulo del dolor y ha encontrado
que es más rápida que en otras especies, por lo que, según Illera, el animal
deja de sentir el dolor intenso rápidamente. “El mayor tamaño del tálamo
implica que hay más neuronas en esa parte, lo que se traduce en un aumento de
la velocidad de respuesta ante el dolor”. En la actualidad, las investigaciones
del profesor Illera se centran en estudiar los receptores encargados de transmitir
el dolor hacia el cerebro. “Es un trabajo de chinos porque tenemos que analizar
todos ellos y en cada centímetro de piel hay varios miles”. El trabajo aún está
en fase de elaboración, pero el equipo de Illera ya ha medido 10 toros y ha
encontrado que el 80% de los receptores queda bloqueado en pocos segundos
debido al efecto de las endorfinas.
El veterinario de la plaza de toros de Las Ventas en
Madrid Fernando Mirat
asegura que no es un experto en los procesos fisiológicos bovinos, pero afirma
que los toros de lidia son más resistentes al dolor que otros animales. “Eso lo
he podido comprobar yo mismo cuando hacía estudios clínicos”.
Todos los investigadores consultados aseguran que a la investigación de Illera
le falta peso científico y que por ese motivo no ha sido publicada en una
revista sometida a la evaluación de otros colegas. “Estas publicaciones no
tienen ningún valor. No sólo importa lo que se publica sino dónde se publica.
Yo he sido director de un departamento universitario y allí podría haber
publicado que la Tierra
es cuadrada”, dice Jesús Mosterín. Juan Carlos Illera se defiende asegurando
que las revistas científicas en el momento que ven la palabra bullfighting
(corrida de toros en inglés) devuelven la investigación de forma automática por
ser un tema polémico.
http://www.gentedigital.es/blogs/valladolid/59/etiqueta/toros/ |
EL ANESTÉSICO DE
LA BRAVURA
Un estudio del profesor Illera eleva el umbral de dolor del toro y defiende la teoría de las beta endorfinas bloqueantes. Otros lo rebaten y equiparan el sistema nervioso del toro al humano, la gran trampa científica y ética de los animalistas. Nadie repara en la bravura, el anestésico mayor del toro de combat, como nombran en Francia al toro de lidia. El «toro de combate» acomete, embiste, ataca y…¡repite! Una y otra vez. Los antis andan cegados con el toro, con su manera de morir y se olvidan de su forma de vivir. Pero incluso su muerte en la corrida es más noble y justa que la de millones de becerros añojos, cebados en régimen de estabulación, en los mataderos donde el olor a sangre es tal, que algunos se infartan esperando su turno. Al debate del «dolor del toro» debe seguirle otro sobre el dolor de los miles de salmones, truchas y barbos que perecen por asfixia colgados de un anzuelo que les desgarra el paladar en la bella práctica de la pesca deportiva. Y otro sobre las condiciones de vida y muerte de las aves de las granjas avícolas, iluminadas noche y día para que no baje la producción. Y otro sobre la existencia y defunción de los millares de cerdos que en Cataluña se convierten en butifarra. ¿Cómo? Lo que no se ve no se pregunta, niño. Ni se cuestiona.
Un estudio del profesor Illera eleva el umbral de dolor del toro y defiende la teoría de las beta endorfinas bloqueantes. Otros lo rebaten y equiparan el sistema nervioso del toro al humano, la gran trampa científica y ética de los animalistas. Nadie repara en la bravura, el anestésico mayor del toro de combat, como nombran en Francia al toro de lidia. El «toro de combate» acomete, embiste, ataca y…¡repite! Una y otra vez. Los antis andan cegados con el toro, con su manera de morir y se olvidan de su forma de vivir. Pero incluso su muerte en la corrida es más noble y justa que la de millones de becerros añojos, cebados en régimen de estabulación, en los mataderos donde el olor a sangre es tal, que algunos se infartan esperando su turno. Al debate del «dolor del toro» debe seguirle otro sobre el dolor de los miles de salmones, truchas y barbos que perecen por asfixia colgados de un anzuelo que les desgarra el paladar en la bella práctica de la pesca deportiva. Y otro sobre las condiciones de vida y muerte de las aves de las granjas avícolas, iluminadas noche y día para que no baje la producción. Y otro sobre la existencia y defunción de los millares de cerdos que en Cataluña se convierten en butifarra. ¿Cómo? Lo que no se ve no se pregunta, niño. Ni se cuestiona.
ZABALA DE LA SERNA
Fuentes:
Muy bien escrito, sobre todo el ultimo párrafo que los ``animalistas´´ solo se preocupan por lo que se ve no por lo que nose ve, son unos falsos
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