Alegato final del fiscal Julio César Strassera en el juicio a las Juntas militares en 1985

 


Señores jueces:

Se ha probado durante este juicio la existencia de un plan criminal que no

concluyó cuando fueron reemplazados los procesados Galtieri, Anaya y Lami

Dozo. La crisis interna que produjo entre las autoridades del Proceso de

Reorganización Nacional la derrota militar sufrida en las Islas Malvinas, no

importó ningún cambio en las directivas dadas a raíz de la lucha contra la

subversión.

[…]

Este proceso ha significado, para quienes hemos tenido el doloroso

privilegio de conocerlo íntimamente, una suerte de descenso a zonas

tenebrosas del alma humana, donde la miseria, la abyección y el horror

registran profundidades difíciles de imaginar antes y de comprender

después.


Dante Alighieri –en "La Divina Comedia"– reservaba el séptimo círculo del

infierno para los violentos: para todos aquellos que hicieran un daño a los

demás mediante la fuerza. Y dentro de ese mismo recinto, sumergía en un río de sangre hirviente y nauseabunda a cierto género de condenados, así

descriptos por el poeta: "Estos son los tiranos que vivieron de sangre y de rapiña. Aquí se lloran sus despiadadas faltas".

Yo no vengo ahora a propiciar tan tremenda condena para los procesados,

si bien no puedo descartar que otro tribunal, de aún más elevada jerarquía

que el presente, se haga oportunamente cargo de ello.

Me limitaré pues a fundamentar brevemente la humana conveniencia y

necesidad del castigo. Sigo a Oliva Wondell Holmes, cuando afirma: "La ley

amenaza con ciertos males si uno hace ciertas cosas. Si uno persiste en

hacerlas, la ley debe infligir estos males con el objeto de que sus amenazas

continúen siendo creídas".

El castigo –que según ciertas interpretaciones no es más que venganza

institucionaliza- se opone, de esta manera, a la venganza incontrolada. Si

esta posición nos vale ser tenidos como pertinaces retribucionistas,

asumiremos el riesgo de la seguridad de que no estamos solos en la

búsqueda de la deseada ecuanimidad. Aun los juristas que más escépticos

se muestran respecto de la justificación de la pena, pese a relativizar la

finalidad retributiva, terminan por rendirse ante la realidad.


Podemos afirmar entonces con Gunther Stratenwerth que aun cuando la

función retributiva de la pena resulte dudosa, tácticamente no es sino una

realidad: "La necesidad de retribución, en el caso de delitos conmovedores

de la opinión pública, no podrá eliminarse sin más. Si estas necesidades no

son satisfechas, es decir, si fracasa aunque sólo sea supuestamente la

administración de la justicia penal, estaremos siempre ante la amenaza de

la recaída en el derecho de propia mano o en la justicia deLynch".

Por todo ello, señor presidente, este juicio y esta condena son importantes

y necesarios para la Nación argentina, que ha sido ofendida por crímenes

atroces. Su propia atrocidad torna monstruosa la mera hipótesis de la

impunidad. Salvo que la conciencia moral de los argentinos haya descendido

a niveles tribales, nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el

asesinato constituyan "hechos políticos" o "contingencias del combate".



Ahora que el pueblo argentino ha recuperado el gobierno y control de sus

instituciones, yo asumo la responsabilidad de declarar en su nombre que el

sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una

perversión moral. A partir de este juicio y esta condena, el pueblo argentino

recuperará su autoestima, su fe en los valores sobre la base de los cuales

se constituyó la Nación y su imagen internacional severamente dañada por

los crímenes de la represión ilegal...

Los argentinos hemos tratado de obtener la paz fundándola en el olvido, y fracasamos: ya hemos hablado de pasadas y frustradas amnistías.

Hemos tratado de buscar la paz por la vía de la violencia y el exterminio del adversario, y fracasamos: me remito al período que acabamos de describir.

A partir de este juicio y de la condena que propugno, nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido sino en la

memoria; no en la violencia sino en la justicia.

Esta es nuestra oportunidad: quizá sea la última.

[…]

Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de

originalidad para cerrar esta requisitoria.

Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo

el pueblo argentino.

Señores jueces: “Nunca más".

Julio César Strassera

11 y el 18 de septiembre de 1985


Fuentes:

https://www.educ.ar/recursos/fullscreen/show/22864

https://www.mpf.gob.ar/plan-condor/estructura-represiva-argentina/

https://www.bbc.com/mundo/articles/c1e21yj80lqo

https://www.nuso.org/articulo/la-represion-contra-los-intelectuales-en-la-argentina/


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