Pablo Albuerne está
detrás de Gipsy Chef.  Asturiano (Oviedo, 1976). Estudia fotografía pero
reconduce su carrera por azar hacia la cocina. Tras terminar sus estudios en la
Escuela de Hostelería del Principado de Asturias (España), y después de 2 años
trabajando en las cocinas de uno de los hoteles más renombrados de su ciudad
natal, da el salto a Cataluña para ponerse a las órdenes del triestrellado Chef
catalán Santi Santamaría (restaurante Racó de Can Fabes).
Lidera varios proyectos en Barcelona, con éxito dispar, y
decide dar un nuevo giro a su carrera, esta vez trabajando cómo Chef privado
para un importante empresario europeo. Viaja durante años por todo el mundo y,
en 2008, se adentra en el mundo de la comunicación grabando su primer programa
de cocina en Argentina que daría pie a una segunda intervención en España en
2011 («Comer Beber Amar», Antena3) y abriría definitivamente la puerta de lo
que es ahora su dedicación principal.
Comunicador y cocinero a partes iguales, ha sido propietario de dos restaurantes, , ha publicado dos libros -“Gipsy Chef: Mi mundo en 40 recetas bestiales» (5ª edición) y «Quiero ser japonés» (2024)- colabora con Televisión Española (TVE), Televisión de Cataluña (TV3), La Sexta, Radio Televisión Española (RTVE), Movistar+, TV Azteca México Y arrasa con sus recetas en redes sociales con casi 1 millón y medio de seguidores totales hasta la fecha.
Pablo Albuerne es, un cocinero que acumula millones de visualizaciones con recetas revolucionarias y con un punto loco que conquistan cada vez a más público. Su carrera empezó en Asturias, aunque pronto se fue a Barcelona persiguiendo sueños que a base de empeño consiguió convertir en realidad. Su primer contacto con la gastronomía fueron los guisos de su abuela, pero pronto descubrió sabores de todo el mundo que fue haciendo suyos. Ha participado en numerosos programas de televisión y está a punto de publicar su segundo libro, Quiero ser japonés. Habla de sus comienzos en su ciudad natal, de su vuelta al mundo en barco cocinando para un millonario y de las claves del éxito de sus recetas, poco ortodoxas pero que acumulan una legión de seguidores.
Se inició sirviendo copas en un bar de Oviedo, en casa de un
amigo, Carlos Gea. Descubrió  un libro de
Santi Santamaría, un cocinero con tres estrellas Michelin. No tenía ninguna
conexión con la gastronomía y pensó : «Esto es lo que yo quiero hacer». Combina
arte, comida, viajes… Porque ese libro hablaba de diferentes culturas y
gastronomías. Curry, cilantro… ¿Qué es el cilantro? En Asturias a finales de
los 90 ni Dios sabía lo que era el cilantro. 
Con esa idea de hacer algo delicioso y de la inmediatez que te da la cocina, que fríes un huevo, se lo das a alguien y en ese momento recibes una respuesta, decidió dedicarse a la cocina Trabajó de ayudante de cocina. Primero en un bingo, “no hacía más que fregar ollas y pelar patatas, aquello fue terrible”. Mientras estudiaba en la Escuela de Hostelería tabajaba en La Grutacon Tino y Dolores, que vieron que tenía talento. “Lo primero que hice fue un flan, me acuerdo como si fuera ayer. Fue el primer día de prácticas y me pareció de tal calibre de magia aquello… Era justo lo que yo quería, causa y efecto: hago esto y el resultado lo tengo ya y se lo puedo servir a alguien. Me pareció tan fascinante que dije, «esto es lo mío». Y allí me metí a saco, hasta hoy”.
La Gruta Era como una prueba de fuego. Entraba en una cocina
con un esquema muy tradicional, de cocina internacional francesa. Estaba todo
muy dividido, cada uno tenía su rango Era el modelo de restaurante en el que se
basaban los demás… Hacían desde banquetes de más de mil personas a restaurante
a la carta, room service… Tenía todo, era como una escuela gigante. “Había
gente de la que aprendí mucho porque sabía mucho de cómo se cocinaba allí, pero
también me las llevé muy gordas, de gente que te mete caña y te dice que no
vales y no vas a llegar a ningún sitio. Por otra parte, había el contraste de
gente que te apoyaba y siempre había una luz. Aprendí que era un trabajo muy
duro, entraba a las 8 de la mañana y había días en los que podía salir
tranquilamente a las 2 de la madrugada y allí nadie decía nada. De martes a
domingo y un lunes de cada tres de guardia. Era una matada, una auténtica barbaridad.
Aprendí que era una profesión muy sacrificada y que ibas a estar trabajando
cuando la gente se estaba divirtiendo, entonces te tenía que tirar mucho el
amor por lo que hacías para poder mantenerte en el oficio.”
Su objetivo era trabajar con Santi Santamaría de al Racó deCan Fabes El tipo de cocina que se hacía ahí era totalmente diferente, como si se hubiera refinado todo lo que estaba haciendo en Oviedo. “Pero lo que sí seguía era la rudeza con la que te trataban. Había una competitividad extrema en este lugar, la gente se estaba jugando mucho la tostada, todo el mundo miraba por sí mismo. Hacías mucha piña porque estabas todas las horas del día ahí metido y eran tu familia, tus amigos, tus enemigos… Todo junto allí” . Fue una experiencia como la de La Gruta en un lugar mucho más pequeño pero mucho más decisivo, porque cobraban mucho más y daban un servicio exquisito a un nivel muy alto, por lo que tenías una responsabilidad enorme y la presión era desmedida.
“En Can Fabes empiezo a empaparme y a pensar que podía hacer algo solo, porque no me veía toda la vida haciendo esta salvajada. Pasé un año allí y la primera idea era volverme a Oviedo y abrir un restaurante, pero no funcionó. Pasé un mal momento personal y decidí quedarme en Barcelona. Dejé el Racó de Can Fabes y empecé a trabajar en el Rac, un restaurante muy de moda en ese momento y que hacía cocina internacional. Quería un trabajo tranquilo y allí necesitaban un cocinero. En tres o cuatro semanas me hice con la cocina: hacía los pedidos, cambié platos… Yo venía de trabajar a un nivel muy alto y aquello me resultaba bastante fácil. Acabé haciéndome cargo de la cocina, le pegué un cambio de narices y fueron tres años maravillosos, en los que a nivel profesional aprendí mucho. Era como tener un restaurante sin arriesgarme a tenerlo”. «Formé parte de un proyecto en el que intentamos conseguir una estrella Michelin en un sótano de un restaurante, una cosa muy bizarra, en el que cocinábamos muy rico pero faltaban un montón de cosas. Fue mi único intento de tener ese reconocimiento y ahí se me quitaron las ganas»
"Aquí es donde empiezo a darme cuenta de que tengo buenas ideas y capacidad y que a la gente le gusta lo que hago. Pero llegó un punto en el que me aburrió, porque la rutina es una cosa que a mí me deprime. Formé parte de un proyecto en el que intentamos conseguir una estrella Michelin en un sótano de un restaurante, una cosa muy bizarra, en el que cocinábamos muy rico pero faltaban un montón de cosas. Fue mi único intento de tener ese reconocimiento y ahí se me quitaron las ganas porque vi que lo mío no era ser esclavo de un sitio así. Abrimos también una empresa de cátering con otros socios, era guay pero todo el tema permisos y burocracia nos ahogó de tal forma que al año y medio tuvimos que cerrar porque aquello era insostenible. En aquel momento sin un puñetero duro y una moto pagada a plazos, durmiendo en el sofá de casa de un amigo, decidí que yo lo que quería era un cambio de aires y trabajar para un millonario e irme a dar la vuelta al mundo con él en barco.
Sus recetas tienen influencias de la cocina asturiana, pero
también toques de todo el mundo, fruto de su experiencia vital de trabajar de
cocinero para una familia y viajar por Europa y dar la vuelta al mundo con
ellos en un barco. En esa travesía, en 2007, un año después de que se lanzase
Youtube, empiezan los vídeos de cocina y se ve reflejado porque en ese momento
había una desconexión total entre la cocina de todos los días y lo que ellos
denominan alta cocina. “Esa desconexión me daba un poco de repelús. Siempre me
gustó el desenfado y hacer las cosas sin ese rollo tan estricto que tenía la
cocina”. Entonces dije: «Quiero hacer un programa de televisión». Ahí surge
Gipsy Chef.
Retoma Youtube, descubre la edición de vídeo y y toma conciencia que es magia. Ahí se abrió un mundo, era una herramienta poderosísima. Abrió su canal. El canal tiene su éxito, no muy grande pero de culto, y la gente empieza a fijarse con lo que está haciendo, le gusta y le sigue desde hace muchísimos años. “En ese momento empiezo a arrancar con el tema de Gipsy Chef más en serio y continúo trabajando en restauración, aunque la tele se para porque atravieso un problema personal y paso tres o cuatro años con una ansiedad muy grande. Fue una cosa a nivel personal muy dura y a partir de aquí abro dos restaurantes con otros dos socios y estoy durante unos años ahí. Con el segundo restaurante, La Zorra,en Sitges, vuelvo a la televisión con un concurso en la televisión catalana y lo gano. A partir de ahí me vuelve a picar el gusanillo, me llaman de La Vanguardia y hasta hoy. Mi vida es una rueda que no para, reinventándome todo el rato, intentando ser diferente y coherente con mi discurso…”
Tiene un estilo de cocina poco ortodoxo pero que triunfa. Derriba barreras, sobre todo en la forma de decir las cosas. Desmitificar el mundo de la cocina. A la gente le parece muy difícil enfrentarse a una receta. «Uy todo lo tengo que tener pesado, todo lo tengo que tener medido, no voy a hacerlo porque si lo estropeo…» “No. Atrévete, cocina. Lo peor que te puede pasar es que lo tengas que tirar a la basura, y normalmente si sigues mis indicaciones que son muy fáciles no te va a pasar esto. Trato de llevar a la calle el discurso de la alta gastronomía, yo creo que es lo que he hecho, normalizarlo, quitar palabras raras, utilizar técnicas y sobre todo hablar claro. Siempre que ves una receta mía es porque la he cocinado de verdad, la he probado y me ha encantado. Si no me encanta no la vas a ver”.
Fuentes:
Receta de KARAAGE de POLLO | Gipsy Chef
https://www.tastefrance.com/es/revista/tendencias/pablo-albuerne-el-gipsy-chef


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