En la discusión bizantina sobre
quién fue el primero en llegar a la abstracción, muchos sostienen que el mérito
fue de Mondrian. Otros apoyan a Malevich, a Kupka o, siendo un poco generosos,
a Delaunay. Pero una gran mayoría jura que el que dio el paso adelante decisivo
fue Kandinsky.
El propio pintor se autoproclamaba sin rubor como el primer
autor de un cuadro no figurativo, que habría firmado allá por 1911. “Sí, fue el
primero de todos. Por aquel entonces, ni un solo pintor utilizaba el estilo
abstracto. En otras palabras, se trató de un lienzo histórico”, afirmó en su
correspondencia acerca de un cuadro que nunca pudo mostrar en público, puesto
que lo había extraviado durante su exilio.
Wassily Kandinsky. Composition IV, 1911 |
Decenas
de sus cuadros permanecían en un depósito de Estocolmo: su familia no creyó que
tuvieran valor
Lo que Kandinsky no sabía era que
una desconocida pintora sueca se le había avanzado, rompiendo con el lenguaje
figurativo por lo menos cinco años antes que él. Respondía al nombre de Hilma af Klint, portentosa paisajista en el
Estocolmo de entresiglos, que consiguió formarse en la pintura gracias a la ley
escandinava que permitía que las mujeres accedieran a la educación artística.
Hija de un almirante, se ganaba la vida vendiendo anodinos panoramas
naturalistas y dibujando estudios anatómicos para un instituto veterinario.
Pero eso no era todo lo que Hilma sabía hacer. En la penumbra de su pequeño
estudio, experimentaba con otro tipo de pinturas, inspiradas por fuerzas
ocultas que se manifestaban a través de su trazo. Aficionada al espiritismo y a
la teosofía desde su juventud, dibujó círculos concéntricos, óvalos
descomunales y espirales infinitas, que pretendían simbolizar la totalidad del
cosmos, a menudo bajo los efectos de la hipnosis. Antes de que 1915 llegara a
su fin y el fin de la figuración sonara en boca de las élites intelectuales,
Hilma ya había pintado más de 200 composiciones abstractas.
Una alucinante retrospectiva en
el Moderna Museet de Estocolmo reexamina su legado
hasta el 26 de mayo, revisando la integralidad de una nutrida trayectoria
–según el último inventario, Hilma habría pintado más de mil obras— para poner
en duda la estrechez de la historia oficial de la abstracción y lanzar una
hipótesis rompedora. ¿Y si esta desconocida mujer fue la auténtica pionera de
la abstracción? Si su historia había permanecido hasta ahora en la oscuridad es
por un sencillo motivo: la pintora murió sin haber expuesto ninguno de sus
cuadros abstractos. En sus últimas voluntades, solicitó que no fueran expuestos
hasta veinte años después de su muerte, acontecida en 1944 a los 81 años.
“Tenía la convicción de que el mundo no estaba preparado para observar su obra,
tal vez porque se enfrentó a la incomprensión de los que la rodeaban”, explica
la comisaria Iris Müller-Westermann.
La pintora formó parte de Las Cinco, un grupo de mujeres pintoras que, en la
década que sucedió a 1896, se reunieron una vez a la semana para practicar el
esoterismo y dibijar en estado de semiinconsciencia. El grupo se desintegró
cuando la pintora solicitó a las demás para que participaran en su proyecto.
Todas ellas se negaron. “Le dijeron que les daba demasiado miedo”, añade
Müller-Westermann.
Hasta ahora, su nombre
permanecía en una órbita restringida, aunque tampoco resultaba completamente
desconocido. En 1986, una muestra en Los Angeles ya exhibió algunos de sus
cuadros, igual que haría el Centro Pompidou hace cinco años, en el marco de una
exposición sobre la presencia de lo sagrado en el arte contemporáneo. Pese a
todo, la envergadura de su legado no saltó a la vista hasta el año pasado,
cuando el director de este museo sueco, Daniel Birnbaum, recibió una gigantesca
caja de madera en su despacho de la isla de Skeppsholmen. “En su interior,
encontré óleos y acuarelas, estudios botánicos de plantas, flores y semillas
junto a incomprensibles diagramas matemáticos, así como unos 15.000 cuadernos
que documentaban su proceso creativo”, explica Birnbaum. Es difícil entender
por qué nadie les prestó la más mínima atención durante décadas.
“Hilma no tuvo
hijos y lo dejó todo a un sobrino que nunca creyó que lo que pintaba aquella
mujer excéntrica tuviera valor”, apunta el director. Parte de su familia,
extremadamente religiosa, no habría apreciado el contenido esotérico de algunos
lienzos y habría preferido ocultarlos en un depósito durante décadas. Hoy, tras
el reconocimiento general, sus descendientes empiezan a hablar de aquella tía
solterona como de un genio. “La obsesión por decidir quién vino primero no me
parece interesante. Pero que ella pintara así años antes que lo hiciera
Kandinsky invalida los estereotipos sobre las mujeres artistas. Se decía que
eran capaces de copiar pero no de abrir nuevos caminos. Hilma demuestra que es
totalmente falso”, concluye Müller-Westermann.
Pese a la agitación generada por
el descubrimiento, parte del establishment del
arte contemporáneo sigue mostrándose reacio a elevar a esta pintora a la
primera división. Hace pocos meses, el MoMa se habría negado a incluirla en su
programación ante las reticencias de algunos de sus administradores. En cambio,
la muestra podrá verse este verano en la Hamburger Bahnhof de Berlín, antes de
recalar a finales de año en el Museo Picasso de Málaga. Sus responsables
también negocian el desembarco de la muestra en París y Nueva York de cara a
2014, en un periplo que tendría que inscribir el nombre Hilma af Klint, de una
vez por todas, en el panteón que seguramente merezca.
El País 3 MAR 2013 -
Fuenetes
-
http://www.elconfidencial.com/cultura/2013-10-22/un-ectoplasma-invento-la-pintura-abstracta_44221/
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