El
diamante es una súplica
que
tú inyectas en mi carne
el
sol asustado huye
cuando
eso entra en mi vena.
De
mujeres y saliva
sólo
está hecha la vida:
la
heroína es más que el ser
y
algo que a la vida excede.
Que
estoy vencido lo sé
cuando
el veneno entra en sangre
el
triunfo es una burbuja
me
deshará la mañana.
Si
el ciervo asustado huye
es
que en el bosque ha su casa
así
buscas en tu brazo
un
lago donde esconderte.
Contar
ciervos en el llano
es
deporte de poeta
de
hombre es buscar avaro
placer
en una cuchara,
oro
en el excremento
para
que el aullido muera.
Un
fauno y una derrota
mujeres
y algo de música
y el
sueño de algún efebo
es
cuanto de mí sé
y
que ahora la heroína
convierta
en nada y en polvo.
Todo
ciervo sabe morir
pero
que al hombre le cuesta
lo
sabe el lento dibujo
de
la aguja por mis venas.
Lento
humo de cucarachas
así
el orgullo se muere
pálido
porque entre el polvo
de
la cuchara lea mi destino.
Antiguos
sapos he buscado
en
el océano infinito
la
aguja muerde y hace daño
tengo
cactus en los brazos.
El
jaco es una ramera
que
susurra en la oscuridad
en
mis manos, cuando me pico
cae
el cabello de una mujer.
Como
las alas de la nada se mueven entre el bosque
así
el viaje de mis dientes por entre los cuerpos vivos
así
como una ramera que se arrodilla en la noche
el
rezo de una aguja en la violencia del cuerpo.
La
aguja dibuja lenta
algún
ciervo entre mis venas
cuando
el veneno entra en sangre
mi
cerebro es una rosa.
Como
un viejo chupando un limón seco
así
es el acto poético.
El
caballo con su espada
divide
la vida en dos:
a un
lado el placer sin nada
y al
otro, como mujer vencida
la
vida que despide mal olor
Leopoldo María Panero
Panero: Bunbury, Carlos Ann, Bruno Galindo Y José María Ponce
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