Se conocieron un veinte de septiembre en uno de los foros de opinión que circulaban por las redes, digo conocerse, por no decir que sólo descubrieron sus letras.
No habría más compromiso, escasos datos de cada uno, correo electrónico y poco más; así sin nombres, sin ubicaciones. Lo querían así, o eso creían; la única pista: los 'e-mails': 'aguademayo' para ella; nombre (Miguel) y dos apellidos para él.
Ella era reservada, austera. Decía lo mínimo y presumía de solitaria y rara. Era intelectual, algo introvertida aunque tratable.
Él, era extrovertido, comunicativo, le gustaba hablarle de su día a día, con pelos y señales. En el fondo quería que dependiera de sus emociones, de su vida, de sus escritos.
Él, era extrovertido, comunicativo, le gustaba hablarle de su día a día, con pelos y señales. En el fondo quería que dependiera de sus emociones, de su vida, de sus escritos.
Transcurrían los días entre mensajes encontrados, discusiones pacíficas y acuerdos pactados.
Pero un tres de agosto dejaron de llegarle mensajes a la bandeja de entrada. No le extrañó, pues las vacaciones o el verano alimentaban la ausencia; dos meses más tarde seguía sin noticias de ella, y corrió algún mes más. Echaba en falta sus pocas palabras, sus muchos emoticonos y sus mezcladas letras. Desconocía qué le atraía de ella, ¡eran tan diferentes!
De pronto, una tarde de invierno, apareció 'aguademayo@hotmail.com' con sonido, luces de colores y algún estertor de móvil que le hizo dar un salto en el sillón por fuertes latidos del corazón. ¡Oh, de nuevo ante sus ojos esos enmarañados mensajes! Pero ya no eran diarios, y eran fríos y distantes. Muchos meses estuvieron con esa menguada comunicación. Seguía preguntándose cada día qué les unía ya. Aunque descubriera de ella alguna coordenada que la establecía cercana a Burgos, que había sido funcionaria, y que a solas lloraba.
De pronto, una tarde de invierno, apareció 'aguademayo@hotmail.com' con sonido, luces de colores y algún estertor de móvil que le hizo dar un salto en el sillón por fuertes latidos del corazón. ¡Oh, de nuevo ante sus ojos esos enmarañados mensajes! Pero ya no eran diarios, y eran fríos y distantes. Muchos meses estuvieron con esa menguada comunicación. Seguía preguntándose cada día qué les unía ya. Aunque descubriera de ella alguna coordenada que la establecía cercana a Burgos, que había sido funcionaria, y que a solas lloraba.
Bastante tiempo después del exiguo regreso de Aguademayo, escuchó en las noticias el extraño caso de Purificación, de Burgos, que había trabajado en el Consistorio; una mujer que llevaba muerta unos años, que seguía pagando alquiler y facturas de agua y luz.
Quedó perplejo y lleno de preguntas. A partir de ese día, Miguel, dejó de recibir mensajes en su correo electrónico.
Quedó perplejo y lleno de preguntas. A partir de ese día, Miguel, dejó de recibir mensajes en su correo electrónico.
MCMolinaA
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